URIBE, SANTOS, FARC. Yo, tú, él, nosotros y ellos.

Vamos a comenzar con una analogía: quién es más repudiable ¿el cura (o profesor de colegio, o encargado de jardín infantil) que abusa de un niño mientras lo tiene bajo su responsabilidad o el hijo de vecino, un tipo crapuloso de quien nadie se fía, que se aprovecha de una niña a la que encuentra sola en la casa?
En mi humilde opinión, el cura y los profesores son mucho más culpables, más merecedores de repudio que cualquiera, ya que en ellos estamos confiando el futuro de nuestros hijos: para eso están ahí.
Ahora ¿quién es más criminal? ¿Unos tipos cuya misión, desde hace más de cuarenta años, es tumbar al poder, desestabilizar a los gobiernos establecidos, estar en guerra permanente contra las Fuerzas Armadas, asesinar boletear y masacrar, o aquellos miembros “descorregidos” (que cometen “falsos positivos”: asesinatos selectivos con premeditación y alevosía; que desaparecen supervivientes de holocaustos, que torturan activistas de Derechos Humanos y se alían con Paramilitares o que simplemente voltean la cara frente a crímenes de Estado) de un Ejercito que no sólo representa al Estado sino que están ahí para, cuya función es, protegernos? Yo de las Farc espero que me maten, del Ejercito, que me protejan.
Y es que se quejan, los milicos y sus áulicos, diciendo que no se les puede comparar con la guerrilla, como si con esa comparación perdieran… La que pierde es la guerrilla, porque lo de los militares es más, muchísimo más grave.
Pero algo tenemos en común, tanto los asesinos de uno y otro lado con quien aquí escribe y con el Presidente y el ex Presidente de Colombia: todos somos colombianos. Cada uno de nosotros es el resultado de lo que ha hecho este país de nosotros y por nosotros. (Y si uno quiere estirar más, mucho más el argumento, sí, todos somos seres humanos: «el lobo es un lobo para el hombre»  decía Hobbes el descreído). Y como colombianos, para bien y para mal, accionamos y reaccionamos.
Colombianos, pues, somos. Y tanto es aterrador que las Farc, esos asesinos que están negociando dejar de asesinar en una mesa en Cuba, masacren a sangre fría a un grupo de soldados que no solo estaban inermes sino que, además, dormían mientras que los ajusticiaban; como aterradora es la respuesta de esa susodicha “oposición” al Gobierno (que solo lo es burocrática, de viudez de poder) que pide bombardeos a mansalva para demostrar que sí, que somos fuertes, que a nosotros los colombianos, ni nos matan ni nos la montan y que, como premio, quiere absolver de sus delitos a los miembros de las FFMM que hayan cometido toda clase de atrocidades, que les recuerdo, cometen en nuestro nombre.
(Y es por eso mismo que cuando encuentran culpable al Estado de algún crimen en cualquiera de las Comisiones de DDHH del mundo es del presupuesto público, de nuestros bolsillos, que se pagan las millonarias indemnizaciones).
Pide pues sangre, el Centro Democrático (y nunca se ha visto tamaño oxímoron), sangre ajena claro; sangre en litros medida. Se desgañitan Uribe y Rangel por los micrófonos, ante las cámaras, reclamándole a nuestro Presidente pantalones (su odio es, además, bien machista) mintiendo a diestra y siniestra para descalificar, aún más, al pobre Santos que no sabe a quien mandar ni cómo mandar. Pobre Santos, con su rictus y sus ojeras, parece Bela Lugosi, embalsamado en maquillaje.
Santos, pero sobre todo Uribe y su partido oximorónico, como el cura y los profesores del cuento, tienen bastante más responsabilidad frente al Estado (la reunión de todos nosotros, nuestras instituciones y nuestra organización social) frente a ese pueblo al que siempre, siempre intentan manipular (¿recuerdan al Marine negrito llorando que nos quisieron vender como soldadito de Quibdó?)  que esa guerrilla antediluviana, mastodóntica, asesina, que sólo está negociando su propia supervivencia para no morir al pie de las urnas como el M-19 y la UP.
Los asesinos son ellos, no nosotros, y así nos toque negociar con tapabocas tenemos que llegar al fin de la barbarie. No ya por nosotros sino por nuestros hijos, no ya para “desmovilizar” a tanto y tanto colombiano que se perdió en el tiempo y en el monte sino para poder, por fin, ocuparnos de las cosas serias que aquejan a nuestra pobre Colombia diariamente.
Y eso, que todos somos colombianos, deberíamos entenderlo nosotros, ellos y los otros. A ver si dejamos de echarnos plomo.

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